miércoles, octubre 19, 2011

Macondo


“A recorrer me dediqué esta tarde, las
solitarias calles de mi aldea
acompañado por el buen crepúsculo que es
el único amigo que me queda.
(…) Nada ha cambiado, ni sus casas
blancas ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas en la
torre más alta de la iglesia;
el caracol en el jardín; y el musgo en las
húmedas manos de las piedras.
No se puede dudar, este es el reino del cielo
azul y de las hojas secas
en donde todo y cada cosa tiene su singular
y plácida leyenda
(…) ¿Cuánto tiempo ha pasado desde
entonces? No podría decirlo con certeza;
todo está igual, seguramente, el vino y el
ruiseñor encima de la mesa,
mis hermanos menores a esta hora deben
venir de vuelta de la escuela:
¡sólo que el tiempo lo ha borrado todo
como una blanca tempestad de arena!”
Hay un día feliz
(Parra 1997 [1954]).