jueves, septiembre 09, 2010

¿ O ya en la Luna tampoco queda Nada?


Hace ya un montón de días atrás se ha cambiado por fin la cara del gélido tendido eléctrico de este edificio. Se transformó un corriente poste de luz, en el hogar de Eugenia y su hijo, Baldomero. Eugenia construyó su nido a pulso, día a día colectaba ramas, alambres, restos de cables, manojos de pelo, pelusas y todo cuando fuese útil para elaborar la más acogedora y tierna de las casas.

Señor Agato los miraba. Los mira desde el balcón de nuestro sexto piso y me pregunta por su madre; no por Azucena, sino su madre biológica, la Gata. Le respondo que nunca la conocí, que de su infancia gatuna poco sé, desconosco qué ocurrió antes de su llegada a mi puerta; creo que sé nada de antes a la noche en que conocí los ojitos más mágicos que pueblan mi vida.

Señor Agato se conmueve ante el amor abnegado de Eugenia hacia su pichón, y me propone que la ayudemos. Así que se pone una bufanda (porque está helada la tarde) y comienza a recolectar semillas para llevarle de obsequio a Eugenia; coge una cesta con té, pasteles y un juego de dominó, y me pide que lo acompañe.

Bajamos al primer piso y comenzamos a trepar el poste. Cuando llegamos al nido de Eugenia, está nos recibe contenta pero susurrando porque recién se ha dormido Baldomero. Yo recuerdo que en mi bolsillo llevaba un chalequito tejido a crochet para Baldomero, así que se lo entrego, mientras Señor Agato le entrega las semillas y se dispone a poner la mesa para que tomemos té con pasteles.

Los tres nos sentamos y conversamos, amenos, luego jugamos dominó, y seguimos conversando. Entre Risas Infínitas notamos que comienza a atardecer y aparece la Luna. Despierta Baldomero y comienza a píar buscando a Eugenia, ella se para, lo levanta y lo abraza, indicándole que tienen visitas. Baldomero se ríe, se ríe y se ríe; y sin darnos cuenta estamos en la Luna. Estamos Señor Agato, Eugenia, Baldomero y yo, jugando dominó en la Luna.




Imagen: Alberto Montt.