martes, febrero 24, 2009

what's the story morning glory?¿


Cuando me dejé de regalar tortugas (para mandarla lentamente a la cresta), me enteré que los deditos también tenían corazón. Quizás había escuchado la frasecita cuando chico, pero ahora, viejo, ebrio, y derrotado había relegado esa aseveración al más recónito plano de mi (in)conciencia; por lo tanto volvía a ser una verdad con la que recién, recién me había topado.

Esa tarde debía llevarle mí última tarea al Rigo; una historia en donde matase a Magdalena (de forma literal, y de preferencia con harta sangre; porque sí, resultó ser que mi psiquiatra estaba bien desguañangado del mate).

Pero no la hice; si, la terapia del peuco irlandés este, me había transformado en un hombre mucho, pero mucho más chúcaro para mis cosas...oh yeah, mi nombre ahora sería peligro, y ese tipo de artilurgios subversivos. Aunque pensándolo bien, quizás mi momento de Rebelde Buey tenía más que ver con que Rigo me pedía una historia en donde el tema fuese la Magda, y con tooooooooooooda el agua que he dejado correr bajo ese puente; al fin puedo decir con propiedad, que Magdalena Andrea Cummings Rivera ya no es tema!.

No sé si fueron las eternas sesiones de reiki, la floraterapia, el llorar frente a un desconocido contándole mis dramones de galancete ñoño de Música Libre, los libros de Kundera, o el sencillo hecho que un día me desperté y me decidí a no volver a ser, ni seguir siendo estúpido por la vida. La mina me pateó, me llamaba cuando le bajaban las ganas, y además, además tenía pera de candado; sin contar que me había destrozado el corazón varias veces en un récord mínimo de tiempo. Listo, con todo eso tenía razones de sobras para dejarme de lloriquear y siquiera pensar en ella ( es más, creo que hasta tenía un justificativo para quemarle la casa, envenenarle la cerveza o algo por el estilo). Llamé al Rigo y le di un discurso similar a este y después me senté en el banquito de mi terraza a ver como el sol calcinaba cabezas en la vereda del frente.

Me quedé así, solo, pero feliz, calmado, medio violeta, con una extraña sensación de sed en la garganta, una sonrisa en la boca, y Acquiesce sonando en la radio.

Me quedé siendo yo; ese tipo callado, con aires de intelectual, medio bohemio, medio pagano, bien laico, de ratos excistencialista y otras veces hasta budista. Ese yo, ese común y silvestre yo.







basado en una historia, presumiblemente real.-